jueves, 23 de agosto de 2012

Uno no es más que uno..





Uno se acostumbra a escribir de tristeza,
a ignorar las sonrisas.
uno se aferra a las lágrimas,
y se encierra en los anocheceres,
y se esconde del sol del medio día.
Uno se acostumbra a los días de lluvia,
se imagina lo que es un otoño
y lo pinta en la memoria,
o en un test sicológico.
Uno suele confundirse,
desilusionarse y enredarse.
Uno quiere escribir de melancolía,
de sollozos y de corazones rotos.
todos conservan su semblante,
sus gestos, sus sonrisas,
sus caras de amargura, pero uno,
uno quiere estar triste.
todo el tiempo, inspirado, expirado.
aplicar más blanco al azul
para que se vea más triste,
más blanco al negro
para que combine
con el gesto neutro de la cara.
Uno quiere sentarse a escribir eternamente
sobre los cambios que padece,
sobre los síntomas y la medicina que no funciona.
Uno quiere acostarse en el césped húmedo
a meditar las nubes,
y a dibujar en ellas los demonios.
Espera siempre que nunca se acabe la tinta,
que se extinga la humanidad
pero que la tinta no cese.
Uno siempre espera que se inventen palabras
para no desgastar siempre las mismas.
Uno siempre quiere verse lánguido,
frito, tiritante.
Pero a veces, uno no siente nada.
Uno simplemente deja de ser uno mismo,
para confundirse entre la multitud
y no sobresalir por tener la tristeza
más grande del planeta.
Entonces, uno se muestra,
así, igual a todos, con el mismo uniforme.
y se olvida que apenas hace unas noches
estaba mesiéndose en la luna,
llorando en la ventana,
esperando que alguien
a la misma hora compartiera
el cielo estrellado.
Uno se sumerge queriendo extinguirse
a la cuenta de tres: uno, dos y tres.

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